Así pues, el peregrinar del bachiller
Weffer recogido en este volumen dibuja a un hombre atravesado por disímiles
modalidades estéticas (romanticismo en clave modernista, uso de formas
clásicas) en momentos de auge de la escuela literaria liderada por Darío, y
cuando el talante romántico era sin duda un tenue rescoldo en el cosmos de la
creación. De igual manera, permite leer las tensiones de un lapso de asombros:
ciencia y positivismo, evangelios y campanarios, en quien a ratos luce decidido
monje o impenitente razonador.
La estrategia imitativa hace ostensible una
realidad: Weffer es hijo del positivismo, utiliza a Dante como pretexto para
discutir aspectos ideológicos de la iglesia, dispara una lanza contra mansos
católicos. Lo sorprendente es que esas mismas creencias le sirven de apoyo
espiritual al hablante de “las siete palabras”, Como quiera que sea,
“Peregrinación” fue uno de esos tantos terrenos de batalla donde se dirimieron,
en la bisagra de entre siglos, algunas diferencias conceptuales inducidas por
la ciencia positiva. La máscara literaria del torneo: la cuidada forma que león
Bienvenido dio a su materia: timbre romanticista en versos neoclásicos,
tesitura con apagadas inflexiones rubenianas. Otra virtualidad de la época.
Carlos Sandoval